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el periodico de saltillo

Marzo 2018

Edición No. 349


La suerte esta echada

La posverdad y AMLO

Adolfo Olmedo Muñoz.


“¡… porque el diablo moderno, para hacer esos pactos no sale del infierno!”:
Francisco de Asís de Icaza.

 

Pobre México, tan lejos de la razón y tan cerca de la corrupción. Podríamos así parafrasear a Porfirio Diaz, pero con la nueva connotación que nos permite analizar la situación por la que atraviesa el momento histórico de México, inmersos en una corrupción sofocante, una impunidad cínica y degradante y una vergonzosa ignorancia de las generaciones recientes, azuzadas por un pragmatismo oportunista influido por culturas extrañas a la nuestra, pero que al amparo de avances tecnológicos en la comunicación de masas, han deteriorado hasta la depauperación el estudio de las razones humanistas y propiciado la mentira en todos sus ámbitos. Evidenciado todo ello, por el actual “discurso político”

Mucho se podría hablar sobre los fenóme- nos de comunicación que como las llamadas “fake news” (noticias falsas) y otras aberraciones malintencionadas como las llamadas “spoilers” o “destripes” en castellano, que junto con las llamadas “cortinas de humo”; los “buscapiés”, el rumor y hasta el infundio están siendo usadas indiscriminadamente, sin autoridad que las regule o prohíba por su perniciosidad obvia cuando miramos alrededor de todos los círculos sociales, que están siendo sometidos al relajamiento si no es que a la ruptura del tejido social.

Todo esto, que ha propiciado el triste espectáculo de la lucha por el poder, está siendo analizado ya por estudiosos en la materia de comunicación, acuñando recientemente (unos 8 años) un calificativo para la era en que nos desarrollamos, calificada como “la era de la posverdad”.

Que tiene que ver con la naturalización de las mentiras, presentadas como verdades por parte de los políticos, principalmente, aunque también por muchos de los llamados “líderes de opinión”, comentaristas que ya no sé si sean plumas libres, muchos de ellos de gran prestigio, pero que hoy día, prefieren quedar bien con su audiencia (clientelares) que escudriñar la verdad del momento histórico que vive el país. Fáciles para la censura, pero incapaces de validar a la crítica que es la visión sincrética del estudio de los puntos malos, pero también los buenos, para hacer un retrato más fiel del asunto o cuestión de la que están hablando.

Su omisión sobre las pasadas bondades de administraciones hoy vilipendiadas, ha dejado correr diatribas en contra de nuestro sistema político social, que tan elocuentemente describiera Pablo González Casanova en su libro de La Democracia en México, contribuyendo de esa manera, a la desinformación del pueblo al que, de manera sofista, se le desinforma por sistema, porque así mantienen una clientela, porque así escuchan aplausos de una masa tan ligeramente barnizada de cultura, sobre la que ellos se escuchan como los grandes oráculos.

Toda esta parafernalia sacude los escenarios de la actividad político electoral de nuestro país, donde, al igual que en muchos (si no es que todos los países del orbe), han existido siempre las falsas noticias, incluso desde la más remota antigüedad, pero que, al verse catapultadas de manera estrambótica por las nuevas tecnologías, están causando un fuerte desequilibrio social, que puede llevarnos a cometer errores que creímos ya se habían superado.

Sería prudente echar un vistazo a la época aquella en que una masa ignorante y desarticulada, creía que no tenía más opción que acudir al llamado “General” Antonio López de Santa Anna para que los “salvara” de penurias, pero que nos llevó a perder más de la mitad de lo que era nuestro territorio, hoy en manos de los yanquis domeñados por el tal Trump. Virtual coincidencia que debemos hoy valorar con sumo cuidado.

La intriga, la perfidia, la desinformación, el abaratamiento de la palabra, entre muchos otros vicios, han rebasado ya el rumor y el ruido se ha estacionado en esa posverdad de la que hablan los tratadistas. El pueblo, esta dando como verdades los infundios que aparecen en más del 90 por ciento de los “discursos” de políticos.

El bien común; la superación en el porvenir, el acrecentamiento de los valores de nuestra sociedad, el bienestar, la estabilidad de la familia y la asociabilidad, vital para la consolidación de la democracia, están siendo figuras sepultadas por una buena parte de las nuevas generaciones que le han dado la espalda a su pasado, sin pretender ver que es su propio pasado; el pasado de sus padres y el de sus abuelos y todos sus ancestros es también su pasado que no pueden demeritar so riesgo de aniquilar su posible futuro.

El descaro de la codicia se hace evidente a cada paso del discurso de los políticos, candidatos y corifeos, que inescrupulosamente han ido dando bandazos de un “partido” a otro, dejando en claro que el sistema de partidos ha sido aniquilado, desde que se “indujo” a nuestro país a una falsa democracia con pretensiones bipartidistas.

El caso de México, seguramente está siendo estudiado por politólogos de muy diversas naciones. No sólo por los evidentes avances logrados durante la actual administración, sino por la aleatoriedad con que se presenta el futuro inmediato, de no tener la capacidad de hacer una buena elección del sucesor de Enrique Peña Nieto.

Los vaticinios fundados en la posverdad apuntan precipitadamente un triunfo de otro López, no de Santa Anna, sino Obrador, tomando como base amañadas encuestas entre los que quieren oír ese resultado, y aunque es más que evidente el clima de corrupción, clientelismo, populismo de demagogia, muchos “creen” que están haciendo una buena opción.

Pero mientras los líderes de algunos países hegemónicos enmudecen, y los detentadores del poder económico también guardan precautoria distancia, un hombre de letras, laureado internacionalmente, Mario Vargas Llosa, aquel que alguna vez calificara a México como “la dictadura perfecta” para criticar el predominio de un partido (el PRI), hoy ha vuelto a sacudir las consciencias de los mexicanos al expresar, en un discurso pronunciado en España, el peligro que entraña el arribo a nuestra vida social y política, del populismo.

La alerta subyace en sus palabras al decir “tengo la esperanza de que haya lucidez en México” y señaló también, sin mencionar directamente a López Obrador, “el populismo, la demagogia y las recetas fracasadas, como en el caso de Venezuela, donde ahora el 90 por ciento de la población quisiera salir de esa sociedad frustrada y fracasada”.

Más claro, el escritor latinoamericano nacionalizado español, se fue más allá de la advertencia al sentenciar: “Algunos países prefieren suicidarse; espero que eso no ocurra, porque sería muy trágico para México, donde algunas cosas andan mal, pero otras bastante bien. Esperemos que el populismo no gane en México”.

Es momento de hacer un alto en el camino, para sentarse a reflexionar sin prejuicios, cuál es la situación de nuestro país; cómo podemos contribuir a defenderlo de propios y extraños; cómo podemos hacer del futuro, el bienestar de nuestras generaciones por venir. En manos de los ciudadanos está, siempre y cuando se actúe con responsabilidad.

 
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